Se supone que es el día más esperado (y feliz) de vuestra vida, pero el estrés o las desavenencias pueden convertirlo en una pesadilla
Se acerca ese momento que tanto llevabas esperando, quizá toda una vida. Te vas a casar, y rimas graciosas aparte, llevas mucho tiempo preparando el día para que todo quede perfecto: el vestido, la ceremonia, la fiesta de después, el banquete, las fotografías y, por supuesto, el dinero que dejarán convenientemente en tu cuenta bancaria para que os vayáis de viaje a un safari en Kenia (porque lo de que te regalen un lavavajillas ya no se lleva) y, en definitiva, no olvidéis jamás ese día tan señalado. ¿Nos dejamos algo importante? ¿Quizá la relación entre los novios?
Desafortunadamente, no todas las parejas que deciden darse el «sí quiero» se dirigen a una vida conjunta de felicidad plena. Y los organizadores de bodas, que por algo son expertos en el tema, lo saben perfectamente. Ejemplo de ello es el de Mary Devassy, residente en Chicago, que explica en ‘Best Life‘: «La planificación de una ceremonia es un proceso normalmente largo que agota emocional y financieramente a la pareja, y ahí es cuando comienzan los problemas». Aunque asegura que hay pequeños detalles que pueden mostrar que el cuento de hadas donde comieron perdices podría terminar en realidad en una pesadilla. Estos son.
Los detalles
Si bien es normal querer que todo salga perfecto, Mary explica que, a veces, cuando uno de los miembros de la pareja (o los dos) se obsesionan mucho con pequeños detalles, es una mala señal: «Es bastante claro, cuando pasan más tiempo pensando hasta en los pormenores más absurdos y los priorizan sobre la emoción de estar juntos como pareja ese día (y después) su destino es bastante oscuro«.
Tampoco augura nada bueno que alguien de la familia se involucre demasiado en la planificación. La boda, al fin y al cabo, es de los novios y de nadie más, mal que pese. «Me tocó una pareja que se había enamorado de un lugar para celebrar la ceremonia, sin embargo tuvieron que cancelar la reserva dos meses antes porque los padres de él decían que ahí no pensaban ir», cuenta Mary.
No hay sintonía
Puede que el verdadero problema sea que uno de los miembros de la pareja está muy involucrado en la celebración y al otro le importa más bien poco. Si alguien no tiene absolutamente ningún interés en el proceso podría ser una malísima señal.
Según la planificadora: «El comportamiento de la pareja durante las reuniones es vital para saber cómo será el rumbo. Con demasiada frecuencia he visto a algunos hombres poner los ojos en blanco y murmurar algo del estilo de ‘mientras haya cerveza todo lo demás me da igual’. A mí me da mucha tristeza«.
Son demasiado críticos
No hace falta verlo todo de color de rosa, pero tampoco negro. Según Eric Hunt, planificador de bodas en Carolina del Sur, cuando el novio o la novia son negativos con absolutamente todos los detalles de la boda, la cosa no irá a buen puerto. «Es común que ellos estén más desconectados con la planificación», señala, «pero si se quejan mucho durante el proceso esto puede indicar otros problemas que surgirán más adelante».
Los nervios
Es más que normal que la pareja se ponga nerviosa en el supuesto día más importante de sus vidas, cuando todo el mundo estará pendiente de ellos, pero si el estrés es demasiado, puede ser una señal de que las cosas no irán bien. «En una ocasión», explica Hunt, «organicé una boda en la que el novio se encontraba en un estado de pánico tan grande que tuvo que sentarse en el suelo y beber agua. ¿Quizá su instinto trataba de decirle algo?».
Otras cuestiones
Hunt aprovecha para señalar que si ellos están más concentrados en beber que en la propia ceremonia también puede ser un signo preocupante. «Igual que el hecho de que las familias se lleven mal», explica.
El comportamiento de la pareja durante las reuniones es vital. Generalmente ellos no parecen interesarse tanto por la preparación como ellas
«Está claro que no todo el mundo puede tener una suegra de ensueño, pero si los padres de uno de los miembros no son muy fanáticos de la boda, puede ser una mala señal. Son simples tonterías pero que pueden hacer daño, por ejemplo, que se entrometan demasiado en el proceso de planificación, o que se exponga un secreto del pasado durante la ceremonia… Parece de película pero lo he presenciado. Ups», explica.
Un ex
¿Donde caben dos caben tres? Error. No hay nada malo en mantener el contacto con un ex si os lleváis bien, como tampoco lo hay en invitarle a la boda si lo creéis conveniente y no será incómodo, pero solo si los tres estáis en buenos términos. Si, por el contrario, aparece sin invitación o el consentimiento de ambos, es una señal más que clara de que el matrimonio irá cuesta abajo y sin frenos.
Con todo el esfuerzo que conlleva planificar una boda, algunas parejas pueden descubrir que ese gran día es, al final, más un alivio que cualquier otra cosa. «Definitivamente, la señal más clara es que la pareja no se vea feliz», indica Devassy. «Si no se miran con amor, no tienen gestos románticos… Puedo garantizarte que ese matrimonio no durará mucho», concluye.
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